Quantcast
Channel: Las Horas Perdidas » Críticas
Viewing all articles
Browse latest Browse all 193

Spotlight

$
0
0

Por Juan Claudio Matossian

Harry Knowles, uno de los blogueros pioneros sobre el cine y la cultura nerd, recientemente achacaba el hype de esta película a la tendencia de los periodistas a “masturbarse sobre el lugar que ocupan en el mundo”. Quizá Knowles lleve algo de razón, porque a todos los que nos hemos dedicado alguna vez a ello se nos ponen irremediablemente los pelos como escarpias al perdernos en la mirada del editor Walter “Robby” Robinson (Michael Keaton), mientras desfilan ante él los camiones que transportan una edición del Boston Globe que alterará para siempre los cimientos de la ciudad que le ha visto nacer. Y ya cuando nos muestran a un grupo de reporteros a los que por el mero hecho de dejarles hacer su dichoso trabajo, tienen la oportunidad de mejorar algo la sociedad en la que viven, entonces puede que nos marquemos un Benigni y saltemos entre butacas mientras agitamos pañuelos al viento.

Luego, con la cabeza ya fría, también se puede reconocer que Spotlight corre serio peligro de caer en esa categoría de películas que cuentan cosas trascendentales de manera tan encomiable y coherente con lo que se proponen desde la primera hasta la última escena, que parece pecado admitir que puedan provocar tibieza en el espectador por su falta de capacidad de conectar a un nivel emocional básico. Otros defenderán a capa y espada que la indudable solidez del conjunto – dirección, guión, montaje y actores-, el aval de cuantiosos premios y nominaciones de renombre (6 a los Oscars, nada menos) y su impecable altura moral, son garantía de irreprochabilidad. Creo que ambos argumentos son válidos, e intentaré explicar por qué.

spotlight 1

Al igual que el destape del caso Watergate, el esfuerzo que realizó a principios de este siglo el equipo de investigación del Globe para sacar a la luz los numerosos casos de pederastia en los que se vieron envueltos decenas de sacerdotes católicos de la archidiócesis de Boston, es una de los cruzadas periodísticas más dignas de ser inmortalizadas en el cine. En esta ocasión no se provocó la dimisión del presidente de la primera potencia mundial, pero por primera vez se mostró a las claras que los abusos sexuales a menores en el seno de la Iglesia Católica no eran cosa de unas pocas “manzanas podridas”, sino que era un problema sistemático y global ante el cual las altas esferas eclesiásticas preferían correr un tupido velo. A partir de entonces la milenaria institución comenzó a mirarse el ombligo y empezó un proceso regenerativo que llevó, entre otras cosas, a la elección de un papa rompedor como Francisco.

El realizador y coguionista Tom McCarthy bebe del libro de estilo de Todos los hombres del presidente para plasmar con ambición metódica los detalles y pormenores de una investigación que se prolonga durante meses, lo que incluye las entrevistas a fuentes, las consultas a archivos y la búsqueda de referencias cruzadas con tablas de Excel. Para que no le saliese un procedimental genérico, McCarthy se alió en la confección del libreto con Josh Singer, quien se curtió en El ala oeste de la Casa Blanca, donde el “walk and talk” se convirtió en arte. Una pléyade de actores intachables (Mark Ruffalo, John Slattery, Rachel McAdamas, Liev Schreiber, Brian d’arcy James, Stanley Tucci y el mencionado Keaton) y un montaje acertadamente clásico y ágil por parte de Tom McArdle, ponen lo que falta para que la cinta no tenga caídas de ritmo y se siga con el máximo interés de principio a fin.

McCarthy fue criado como católico y luego educado por los jesuitas del Boston College, pero lo que busca no es un ajuste de cuentas. Lo que le interesa realmente es homenajear sin estridencias y melancolía a una manera de hacer periodismo que empezó a morir con el cambio de siglo y la explosión de internet, y que hoy en día ya casi no existe. El homenaje velado condiciona tanto el fondo como la forma, porque el estilo acaba siendo marcadamente periodístico: los hechos, aunque sean gravísimos, se exponen, pero no se subrayan ni se juzgan. A los periodistas no se les presentan como héroes, ni como personas especialmente brillantes, sino como hombres y mujeres comprometidos con su trabajo y que pueden desempeñar una tarea reseñable de servicio público si cuentan con las condiciones adecuadas. Y la dirección se somete a la máxima de la cero intromisión, con mucho plano medio para otorgar protagonismo a las conversaciones. Hasta Howard Shore se muestra comedido con una simple y efectiva partitura que apenas varía para acompañar a las transiciones y a los montajes de investigación.

Si se analiza la película desde el punto de vista de los que se propone y lo que logra, la victoria de McCarthy es incontestable. Si la cuestión es si estamos ante uno de los grandes triunfos cinematográficos del año, el debate está mucho más abierto.

S_09836.CR2

El principal riesgo al que se enfrenta la cinta es que su propuesta puede traducirse en desapego (que no aburrimiento, insisto) en el espectador. Los personajes, aunque sea a propósito, están tan desprovistos de complejidad o carga emocional que apenas generam empatía o identificación, salvo a nivel profesional. Apenas hay acceso a su vida privada y las consecuencias personales de la investigación son tratadas con bastante ligereza. El margen que se concede se limita prácticamente a los brotes temperamentales del personaje de Ruffalo o las cuentas con su pasado del de Keaton, pero no hay mucho más donde asirse.

Está claro que McCarthy es un hombre con una misión, y no quiere distracciones, pero las comparaciones son inevitables con la otra gran elegía sobre el periodismo contemporáneo, la quinta temporada de la serie televisiva The Wire, donde precisamente él mismo encarnó a uno de los personajes principales. Ninguno de los de Spotlight se acercan siquiera a la dimensionalidad emotiva y al carisma del editor Gus Haynes (Clark Johnson) que creó David Simon. Por supuesto no es lo mismo hacer una película de dos horas que una temporada de 10 episodios, pero en la que nos ocupa se echa definitivamente de menos un factor emocional que la eleve al siguiente nivel.

La paradoja es que, por ser fiel a la historia, McCarthy ha sido algo infiel a si mismo. Si hay algo que caracteriza a gran parte de sus obras anteriores (Vías cruzadas, The visitor; Win, win e incluso Up, donde participó en el guión) es su milimétrico estudio de personajes, con el nexo en común de la soledad, algo no ajeno a los workalholics periodistas de Spotlight. También cabe pensar que si hubiera tirado por ahí quizá no estaríamos ahora ante una película tan relevante y necesaria. Lo dicho, el debate está abierto.


Viewing all articles
Browse latest Browse all 193

Trending Articles